Hola! Llevo un tiempo sin escribir, y ahora con los exámenes que se me vienen encima tengo menos tiempo aun, así que he pensado en poneros algo sobre Budapest que ya estaba escrito incluso antes de que viniera.
Se trata de una historia que escribí para un concurso literario para los erasmus. Teníamos que narrar una historia que tuviera lugar en la ciudad a la que nos iríamos, que desarrollara algo de la cultura y características del país y cuyo protagonista fuera un estudiante de erasmus. El premio eran 9.000€ para el ganador y no, no gané, pero al menos creo que conseguí escribir una buena historia que creo que no dejó indiferente a ninguno de los que la leyeron. Bueno, sin más ahí os la dejo : )
LEYENDAS DE ENSUEÑO
Corría por el bosque como nunca había corrido en su vida. Aquel resplandor blanco era terrorífico, sobrecogedor, no sabía lo que era pero no estaba dispuesto a esperar para averiguarlo, sólo importaba correr, huir. Cada vez su perseguidor estaba más cerca y cada vez sus fuerzas iban menguando más y más, no aguantaría mucho. Su enemigo le ganaba terreno, podía sentir su mirada clavada en su nuca, no le quedaba otra, en una de las curvas del camino saltó hacia la derecha y calló tras un arbusto, el golpe fue demoledor, pero ni un sonido salió de su garganta pues su rival estaba al acecho. Pasaron unos segundos y el ruido de un galope fue hacíéndose poderoso, resoplos y cascos se acercaban hacia Marcos. El chico escudriñó el oscuro camino desde su escondite, una luz blanca y pura avanzaba por él disipando la noche. Ya estaba ahí. Marcos abrió los ojos como platos al observar un gran ciervo plateado como la luna que corría desbocado cual alma endiablada, aun así era hermoso, resplandeciente, mágico...
Para su sorpresa el ciervo pasó de largo, sin percatarse de su presencia. Más bien parecía que el hasta entonces perseguidor era el verdadero perseguido. Aquella luz se fue alejando hasta convertirse en un pequeño punto en el horizonte desapareciendo en la noche. El peligro había pasado, o eso creía Marcos. Se disponía a abandonar el seto cuando algo más ocurrió, esta vez no era el sonido de un galope, sino de cientos. Una polvareda se acercaba a su posición a la velocidad del rayo, no resplandecía pero si imponía y acongojaba a todo el bosque. Marcos se mantuvo quieto, sin apenas respirar, sentía un miedo mayor incluso que el que sintió con aquel ciervo a sus espaldas.
A la cabeza de cien jinetes cabalgaban dos hombres que destilaban poder, señorío y fuerza es todos sus rasgos. Uno con barba frondosa y un casco dorado, el otro vestido con capa negra y con dos trenzas rudas y fuertes recogiendo su pelo. Pasaron por delante de Marcos como centellas, el chico casi no pudo alcanzar a ver detalle alguno de aquellos hombres, pero entre todo aquel ajetreo unos ojos castaños y chispeantes se clavaron en los suyos, una melena rojiza al viento, una sonrisa desafiante y hermosa...
Pasajeros del vuelo 815 con destino a Budapest, les informamos de que en breves instantes se iniciarán las maniobras de aterrizaje. Les rogamos se sienten y abrochen sus cinturones. Muchas gracias.
Marcos despertó dando un respingo al oír la voz de la azafata, se había quedado dormido en el avión. Miró por la redonda ventanilla y ante sus ojos se extendió la que durante los siguientes nueve meses sería su casa: Budapest. Observó las curvas del Danubio, serpenteando entre la ciudad y separándola en dos, Buda a un lado y Pest al otro. Ya desde aquella primera mirada Marcos quedó enganchado de aquella belleza gélida y romántica, de aquella luminosidad y amplitud, y esto siempre quedó en su corazón grabado. Desde el cielo divisó el gran parlamento húngaro, con su cúpula central, rodeado de columnas putiagudas de estilo neogótico que apuntaban al sol. Por fin estaba allí, por fin empezaba su año de erasmus. No conocía a nadie, no sabía nada de húngaro aunque si algo de ingles, no conocía la ciudad, ni sus costumbres, pero tenía un año para descubrir todo eso y mucho más.
-Recuerda que la semana que viene tenemos que entregar el informe de anatomía Emil- decía Marcos a su compañero mientras caminaban por la calle Andrassy, la avenida más larga de Budapest.
-Es verdad amigo, grrracias por rrrrecordármelo- respondió Emil con el acento ruso que le caracterizaba.
Marcos sonrió, siempre lo hacía cuando Emil hablaba, le encantaba aquella forma de hablar que aunque a veces era demasiado seria tenía su toque de gracia. Habían salido a dar un paseo para conocer un poco más la ciudad, llevaban ya un mes entero allí y otros amigos les habían recomendado ir a la calle Andrassy, antes conocida como la Avenida del Sol. A ambos lados de la calle se elevaban casas monumentales decoradas con columnas esbeltas y hadas mitológicas. El metro pasaba por debajo de la avenida, amarillo como si fuera una serpiente pitón. El invierno había llegado ya, todo el mundo iba ataviado con gorros y bufandas de lana, abrigos y chaquetones gruesos y cálidos, guantes y dobles calcetines, cualquier remedio era bueno contra el frío seco y suave del centro de Europa, quizá preferible al frío húmedo y que cala hasta los huesos del centro de España. Los tejados cubiertos de nieve daban una imagen navideña a toda la ciudad, la nieve estaba por todos lados, en los puentes, en los coches, en los bancos, sobre las numerosas estatuas que había por doquier. En concreto Marcos se había fijado en una estatua que se repetía por toda la ciudad, la estatua de un gran halcón, más grande o más pequeña, de bronce o de piedra, en fachadas o en parques, estaba por todas partes, y como no esa tarde en la calle Andrassy también había uno. Se acercó a la escultura de un ave con las alas magestuosamente desplegadas. La mirada era tenaz, cual rapaz que se dispone a cazar a su presa. El chico levantó una mano para tocarla. Nada más sentir el roce con sus dedos algo increíble ocurrió. Abandonó todo lo que le rodeaba, desapareció de aquel lugar, no había nada más, sólo las montañas nevadas, el viento furioso y aquel pequeño establo. Oculto tras una montaña de paja Marcos observaba la hermosa escena que estaba teniendo lugar. Un hombre grande y canoso apretaba la mano de su esposa, la cual entre gritos de dolor intentaba abrir las puertas de la vida a su bebé. Pronto, estos gritos tornaron de dolor a alegría cuando al fin la mujer dio a luz. El llanto del bebé era agudo y fuerte, pero otro sonido más agudo y más fuerte se mezcló con él. La mujer levantó la vista y vio a aquel halcón magnífico que los observaba desde la ventana. Los ojos castaños de la mujer y los ojos dorados del ave se conectaron por unos instantes eternos en los que ambos parecían compartir sus almas. Después el halcón volvió a alzar el vuelo y desapareció.
- Se llamará Almos - susurró la mujer casi sin fuerzas.
- ¿Cómo dices? - inquirió su marido sin entender todo aquello.
- El Turul me lo ha revelado, dice que nuestro hijo se llamará Almos, y que guiará a nuestro pueblo hacia la gloria. Créeme Ögyek, créeme.
- Te creo Emese, te creo- dijo Ögyek acariciando el pelo rojizo como el fuego de su esposa.
Marcos volvió a despertar, un círculo de gente se arremolinaba a su alrededor, entre ellos estaba Emil que lo miraba con los ojos como platos.
- Marrrcos ¿tú estarrr bien?- preguntó su amigo ruso mientras intentaba levantarlo.
- Si, eso creo- respondió el chico incorporándose. -¿Qué ha pasado?
- De repente caíste al suelo con los ojos en blanco, has estado así varios minutos...
Marcos no entendía nada, sus ojos volvieron a posarse en la estatua del halcón.
- ¿Qué es eso?- preguntó. La gente lo miraba como si estuviera loco.
- Es la estatua de un Turul- se oyó que decía alguien entre la gente- es el ave mitológica símbolo de Hungría.
Marcos seguía sin entender.
- Vámonos a casa Emil- dijo con una media sonrisa.
Caminaron a lo largo de la calle Andrassy casi sin decir una palabra. Emil lo cogía del hombro, y Marcos realmente se sentía reconfortado. Estaba muy perdido y confuso, ¿qué había sido ese sueño?.
Al final de la calle llegaron a una plaza grandísima, rodeada de árboles. A un lado se encontraba el museo de bellas artes y al otro el palacio del arte, según le explicó Emil. En el centro se encontraba un gran monumento, como ocurría por toda la ciudad. Se trataba de una gran columna de más de diez metros de altura que en lo alto tenía la estatua del arcángel San Gabriel. Alrededor del pilar se observaban siete grandes estatuas de siete grandes jinetes montados a caballo.
- Son las estatuas de los siete líderes de las tribus húngaras que fundaron Hungría. De ahí el nombre de la plaza, la plaza de los Héroes.
-¿Cómo sabes tanto Emil? ¿A veces me dejas a cuadros?
- ¿ A cuadrrros? ¿Qué querer tu decirrrr?- dijo Emil.
Marcos sonrió una vez más y dejó a su amigo con la duda para acercarse a una de aquellas estatuas. Eran gloriosas, esa era la palabra. Escudriñó el rostro serio esculpido en metal de uno de los jinetes. Sujetaba su espada con una mano, y con la otra cogía las riendas de su montura. Un casco terminado en punta de flecha cubría su cabeza.Su intuición le decía que aquello era peligroso, de alguna forma entendía lo que iba a pasar, pero pudo más su curiosidad, o su estupidez. El chico alargó la mano y tocó al jinete, una sacudida zarandeó su cuerpo y todo volvió a desaparecer. Todos estaban en silencio, iluminados por las llamas del fuego que crepitaba en medio del salón. Decenas de soldados entre los que se encontraba Marcos rodeaban a los siete líderes húngaros que se disponían en círculo, rodeando una vasija de piedra. Cada hombre sujetaba un puñal en una mano, y sangraba en abundancia de la otra. Uno de ellos dio un paso al frente, la gente se estremeció, quizá por el respeto que destilaba cada uno de sus movimientos.
-Yo, Almos, hijo de Ögyek y Emese, líder de la tribu Nyék, vierto mi sangre en esta vasija, como símbolo de la unión fraternal que nos une a todos en esta tierra descubierta por nuestros antepasados cuando persiguieron al ciervo blanco.
Marcos sintió un escalofrío al oír sus palabras, pero más aun cuando aquel hombre cortó la palma de su mano y derramó su propia sangre. Gritos de euforia y alegría se extendieron por toda la sala, a su lado, una mujer pelirroja le sonreía entrecerrando su mirada castaña con complicidad mientras el chico cerraba los ojos cayendo en un profundo ensueño.
- ¡Marcos! - Emil gritaba desesperado.
El chico se incorporó de nuevo. Había vuelto a desmallarse en mitad de la calle, pero esta vez entendía más cosas, algo grande estaba ocurriéndole. Se deshizo de Emil que lo estaba cogiendo y agitando para que reaccionase y se acercó al jinete que había tocado.Debajo de la estatua vio una placa con una inscripción que rezaba: Almos, líder supremo de las siete tribus húngaras. Padre de Arpad, el primer gran príncipe húngaro.
- Emil, me esta ocurriendo algo increible- gritó Marcos.- dime como sabes tanto de la historia de Hungría, necesito contrastar información.
- Estás loco Marcos.
- ¡Respónde!
- Pues con google, ¿con qué si no?- respondió Emil sin creerse lo que estaba pasando – ¿no pensarás que voy meterme en la biblioteca todos los días?
- ¡Eso es!- gritó Marcos- ¡la biblioteca! ¡Sígueme!
Aquello era increíble, si estaba en lo cierto todos aquellos sueños le estaban mostrando la historia de Hungría, de alguna forma sabía que en la biblioteca encontraría respuestas, tenía que llegar al castillo de Buda, sabía poco de Budapest, pero si sabía que en el castillo se encontraba la biblioteca nacional y le habían contado que existía un libro, el primer libro de la historia de Hungría, la Chronica Hungarorum, tenía que leer aquel libro, tenía que hacerlo.
Corrieron más que en toda su vida, al subir las escalinatas doradas del castillo el sudor les corría a borbotones por todo el cuerpo. Marcos entró a trompicones en la biblioteca y se apoyó sobre las rodillas para recuperar el aliento. Estaba exhausto. Unos zapatos con tacones aparecieron ante él y una voz le habló desde arriba.
- ¿ Buscas algún libro en especial?
- Si- respondió Marcos sin ser capaz de levantar la cabeza. Estaba muy cansado.
- Quizá este te interese- siguieron hablándole desde arriba.
Un libro de cuero negro apareció ante sus ojos, grabado en letras doradas había un título: Chronica Hungarorum. Marcos no lo podía creer. Alzó la vista y su mirada se cruzó con la chica que le había dado el libro, una mirada de ojos castaños, una sonrisa desafiante y una melena rojiza como el fuego.
SEUDÓNIMO: SHUPI
Como veis muchos de estos lugares los describí antes de estar en ellos, pero finalmente he conocido todos y cada uno ; )
Estatua de Anonymus |
Calle Andrasy Ut |
Plaza de los Héroes |
Plaza de los Héroes |
Imagen de un Turul, en el castillo de Buda |
Foto del castillo de Buda hecha por mi desde la Ciudadela |
Todo muy chulo. Esperando verte para compartir los turrones contigo esta Navidad y nos cuentes muchas anécdotas. besos
ResponderEliminarEstás ya por España? Nos vemos pronto y a ver que nos cuentas :) las fotos muy bonitas y el relato sabes que me encanto!
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